lunes, 12 de mayo de 2014

Cartas desde mi escritorio

Hoy no hablaré en esta entrada de mis novelas ni de nada relacionado con la literatura. Me saldré de mis líneas habituales para mostrar las reflexiones que luchan por salir de la cárcel de mi mente.

El ser humano es un animal social, eso es evidente, pero la propia sociedad es la mayor de nuestras plagas. Cuando la sociedad te insta a tomar decisiones que atentan contra una ética básica, ¿no perdemos entonces nuestra humanidad? El mayor enemigo del ser humano no es otro que el propio ser humano, incluso me atrevería a afirmar que de entre todos, nuestro mayor antagonista somos nosotros mismos.

En una sociedad donde predomina el culto al dinero, la fama y el poder perdemos los valores más básicos que forman precisamente nuestra mayor cualidad. El ser humano se siente todopoderoso, capaz de controlar cualquier elemento, pero no somos más que una pieza más de un mundo lleno de imperfecciones y contradicciones, y la mayoría, no nos confundamos, las causamos nosotros.

La individualidad parece una palabra lejana, cuyo significado se escapa a la mayoría, por supuesto la defensa de la individualidad pura también causa problemas (y graves), pero últimamente no hay más que ir a las redes sociales para ver que los ídolos de hoy en día son pura fachada mientras que grandes escritores no son capaces de llegar ni a un 10% del público.

Hace unos años (no tantos) muchos compañeros de instituto se quejaban de tener que cursar una asignatura como ética o filosofía, ahora mismo pienso que las horas de esas asignaturas se aventuran escasas dada la falta de valores que veo cada día.

Esto solo es una opinión más de una persona distinta e individual.

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